El tren llegó a la estación de Aranjuez despacio, casi con desgana. A la una de la madrugada, el andén estaba prácticamente vacío. Desde la ventanilla de su asiento, Beltrán sólo podía ver una figura envuelta en sombras, al inicio del andén. Se levantó de su asiento y descendió del vagón con una pequeña bolsa de mano como único equipaje.
Esperó en el andén al que el resto de los pasajeros desaparecieran en el interior de la estación. Luego, lentamente, se acercó a la persona que esperaba al otro extremo del andén. Era una mujer que aparentaba unos treinta años, de pelo negro y piel morena, vestida con un abrigo largo de color oscuro. Sin necesidad de hablar, se abrazaron como viejos amigos. Se miraron a los ojos, reconociéndose después de mucho tiempo sin verse.
-Como ves, he venido- dijo Beltrán. -¿Cómo te ha tratado la vida, Isabella?
-Isabella... Hacía mucho que nadie me llamaba así. Siguiendo tu consejo, no utilizo ese nombre -respondió ella.- Me hago llamar Anabel. Y la vida ha sido muy tranquila, mucho más que cuando era tu ayudante. Por lo menos hasta ahora.
Salieron de la estación despacio, hablando en susurros, sin turbar la silenciosa paz que se adueñaba de la ciudad a esas horas. Caminaron hasta un pequeño hotel situado cerca del centro, pero lo suficientemente alejado para resultar económico, donde Beltrán se instalaría.
Tras despedirse de Isabella -Anabel, se recordó a sí mismo- y volver a su habitación, Beltrán procedió con cautela. No quería llamar la atención sobre su presencia y confiaba en haber pasado desapercibido hasta ahora, por lo que no utilizó ningún conjuro protector. No por ello iba a descuidar la protección.
Abriendo la bolsa que llevaba, sacó de ella tiza y dibujó un círculo justo al lado de la puerta. Dentro del círculo esparció algo de sal y realizó varios complejos diagramas mientras musitaba unas frases en un extraño idioma.
Luego, convocó a un Barghest y lo encerró en el círculo. Si algún mago intentaba entrar en la habitación, el círculo se rompería y el Barghest quedaría libre para atacar al intruso mágico. Y él se despertaría.
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