Gabriel... con su flequillo rebelde, su actitud despreocupada hacia la magia. Al final, esa inmadurez hizo que ella le dejara, y aunque todavía se veían de vez en cuando y Gabriel seguía igual de despreocupado, Amanda estaba convencida de que su separación le había afectado más de lo que daba a entender. Se preguntó si estaría dispuesto a tomar una copa con ella. Probablemente, la frivolidad de Gabriel sería una contraposición muy beneficiosa ante los horrores que había visto en la casa de la tercera víctima. Le llamó desde el móvil y quedaron en una cafetería situada en los bajos de Azca.
Mientras le esperaba, Amanda pidió un café con leche y se dedicó a ojear uno de esos periódicos gratuitos que regalaban por todas partes. El crimen todavía no se había publicado.
-¿Cómo te va? -Gabriel, despeinado como siempre, vestido con su perenne chaqueta desgastada de cuero, con sus pendientes de calavera en las orejas. Sin esperar respuesta, le propinó un sonoro beso en la mejilla, se sentó junto a ella, y pidió un gin-tonic a la camarera.
Estuvieron hablando largo rato, de forma intrascendente. Amanda casi había conseguido olvidar las cuencas vacías y ensangrentadas, inmersa en la charla, en los cotilleos de los que Gabriel era un experto. Como siempre, Gabriel intentaba flirtear con ella, aunque de manera algo desganada, casi por compromiso.
De repente, Gabriel se levantó y anunció que tenía que irse.
-¿A dónde vas a estas horas?- preguntó Amanda.
-Tengo una cita con una mujer que me hace más caso que tu, y a la que no quiero hacer esperar- respondió él. -Tiene el sugerente nombre de Selene, y también es una de nosotros. Espero que sea una noche movidita, tu ya me entiendes- con estas palabras, Gabriel abandonó el local, silbando muy contento.
Amanda se quedó sentada delante de su bebida a medio acabar. Su humor, que hasta hacía un momento había sido alegre, se ensombreció rápidamente. Se sentía sola, sin nadie de confianza cercano. Sus pensamientos volvieron a Ricardo...
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