viernes, 29 de febrero de 2008

El Retorno de los Malditos

Nos encontramos ante un nuevo ejemplo del género de terror gore de Hollywood. La segunda parte (en inglés, por lo menos) de "Las Colinas Tienen Ojos" (remake a su vez de una película de Wes Craven que también tuvo una segunda parte) intenta mantener el aspecto visual de la primera parte, pero haciendo una nueva película.

Está claro que el género de mutantes o deformes que viven en terrenos casi inaccesibles y que acechan a los viajeros para devorarlos es, desde "La Matanza de Texas", un clásico del cine de terror gore.

Y esta película no es sino un ejemplo más. Aunque la primera parte es bastante original, luminosa incluso, la segunda parte vuelve a los tópicos, perdiendo toda la (poca) frescura de que hacía gala originalmente.

El argumento retoma lo contado inicialmente en la primera película, pero sin hacer ninguna referencia a la misma. Así, nos encontramos con un área donde el ejército de tierra estadounidense realizaba prácticas de bombas nucleares y ahora utiliza como campo de tiro. Si se ha visto la anterior, se sabe que allí hay unas minas, pero en ésta prácticamente no lo nombran.

La película comienza con un grupo de científicos y soldados que están realizando algún tipo de experimento. En un momento dado, alguno es atacado y desaparece. A partir de este momento empieza realmente la película, presentándote a un grupo de soldados novatos que tienen que ir a esa zona a llevar material. Cuando llegan, obviamente no hay nadie.

En esta primera parte, con los soldados recorriendo el desierto en busca de algún superviviente y siendo cazados uno a uno, es donde la película muestra sus mayores méritos (y algún que otro defecto). Te deja bien claro lo novatos que son los soldados, lo torpes e inútiles que son, pero también que, en ocasiones, pueden defenderse e incluso realizan una emboscada contra uno de los deformes.

Poco a poco van cayendo, y finalmente queda un reducido grupo que tiene que internarse en el interior de la montaña, por las cuevas de sus enemigos, para rescatar a uno de ellos. Y a partir de este momento, todas las virtudes que tenía la película desaparecen. Los personajes empiezan a comportarse de forma estúpida, para morir poco después. Los deformes también dejan de comportarse como hasta ahora, y aparecen algunos que no tienen ninguna motivación para sus acciones.

Las escenas son oscuras, caóticas. En manos de un mejor director, el contraste entre la parte luminosa y la parte oscura podría haber dado resultado, pero aquí no es así, dejando un aspecto caótico.

Es en este momento, dentro de las cuevas, donde se dan los momentos más absurdos de la película, y las escenas gore más innecesarias, cuando los soldados (los pocos que quedan) se pasean por una sala llena de muertos y vísceras. Escena innecesaria completamente y que no aporta nada al desarrollo.

Mientras que "Las Colinas Tienen Ojos" muestra cómo, en algunas situaciones, una persona normal se puede volver tan salvaje como los mutantes deformes (tanto en la de Wes Craven como en el remake), en ésta versión intentan darle ese enfoque hacia el final, sin conseguirlo

Valoración:


Como curiosidad, la película tuvo un gran número de carteles diferentes. El que encabeza esta entrada fue el que se utilizó en España. En Estados Unidos se utilizó inicialmente el de la izquierda, que fue considerado demasiado "gore" por la censura estadounidense y sustituido por el de la derecha.


lunes, 21 de enero de 2008

La Criatura Perfecta

Vimos la Criatura Perfecta. Hay de todo. pero el resultado es desalentador, el rodaje es anarquíco y epiléptico. Quieren mostrar un ritmo trepidante pero tan solo consiguen un totum revolutum sin claridad ni motivos.

Los Vampiros son ángeles buenos que ayudan a los débiles e indefensos humanos curándoles sus enfermedades y creando vacunas. Los Vampiros reciben la sangre de los humanos que éstos ofrecen de forma gratuita en los templos tres días por semanen en pago de los favores recibidos.

Los Vampiros se han vuelto estériles (desconocen porqué causa)y para solventar el problema, realizan un programa de investigación genética que, por error, crea un Vampiro auténtico -nos referimos a los vampiros clásicos del cine de terror. Esta nueva criatura sale a buscar sangre fresca por las calles y con esto rompe el pacto que mantenían ambas razas.

Esta situación se sólo se puede resolver neutralizando al vampiro asesino. Tanto la Policía humana como el hermano del vampiro se aprestan a la misión.

La narración es inconexa y caótica, con tal acumulación de acontecimientos, efectos especiales, movimientos de cámara, que el espectador termina por desear que la pelicula acabe de una vez. Milagrosamente nace un Vampiro y con esto termina la película, amenazando con la posibilidad de que haya una segunda parte. Todo eso en una ciudad, más o menos Londres, con influencias Dickensianas, góticas, etc. Batiburrillo que a todo quiere llegar y a nada alcanza. Además, posee un tinte reaccionario respecto a los riesgos de la investigación genética, causa de todos los males de la película.

El Vampiro bueno se enamora de una policía humana,- sin erotismo alguno- y todo esto aderezado con peleas y persecuciones, en el estilo histérico del director, del que ya hemos hecho mención. Lamentablemente tenemos que decir que es fallida por la confusión, la aceleración y la falta de conexión entre las diferentes escenas.

Valoración:

miércoles, 9 de enero de 2008

Los Ojos del Mal... una más

Los Ojos del Mal (en inglés See No Evil) es una película de terror muy típica/tópica. Aunque está bien rodada y tiene algunos momentos memorables, es una más de la larga serie de películas de asesinos sanguinarios sin mucho contenido ni mucha dedicación.


La duración de la película es, afortunadamente, corta. Con una hora y media no se hace monótona ni lenta, sino que va directamente al meollo del asunto. Es una película que bebe directamente de las clásicas sagas de asesinos en serie que se rodaron en los 80 (estilo Freddy Krueger). Con su justa dosis de humor, que en ocasiones se queda en un "quiero y no puedo", con sus jóvenes descerebrados que mueren de las formas más inverosímiles, con su "sexo=muerte" que es un clásico de las películas de este género.

La película sigue una línea argumental típica: hace unos años, un policía perdió la mano al intentar detener a un asesino en serie que arrancaba los ojos a sus víctimas. Su compañero novato murió durante la operación, y consiguió herir de gravedad al asesino y rescatar a su última víctima con vida (pero sin ojos).

Saltamos al presente, donde el policía manco trabaja de funcionario de prisiones. Recoge a un grupo de presos (edad media: 20 años) tanto chicos como chicas para llevarles, en un experimento piloto, a un viejo hotel destrozado donde trabajarán para restaurarlo. El hotel está a cargo de una viejecita amable, que les informa que las dos últimas plantas están cerradas. A partir de este momento, el asesino arrancador de ojos (que vive en esas dos últimas plantas y se mueve por una serie de túneles secretos) se dedica a espiarles e ir matándoles de uno en uno.



La película adolece de varias carencias. En primer lugar, con una premisa tan tópica, no llega a innovar en nada. Esto hace que sea una más del montón. En segundo lugar, aunque algunas de las muertes tienen cierto componente de humor negro (la activista vegetariana defensora de los
animales es devorada por unos perros callejeros hambrientos a los que había alimentado antes), éste no llega a ser lo suficientemente intenso como para levantar la cinta. Los actores (por llamarlos de alguna manera) no son especialmente buenos ni creíbles, y desde el principio puedes saber quién vive y quién muere (basta con ver qué personaje está más desarrollado que
otro). Aunque en este aspecto hay alguna sorpresa (menor).



Otra carencia importante es que tiene contínuos flashbacks sobre la infancia del asesino. Aunque esto debería darnos una visión de su mente, en realidad sólo sirve como vehículo para la vuelta de tuerca final, que encima resulta algo manida.



Sin embargo, la película no deja mal sabor de boca. Quizás sea por su breve duración (para lo que estamos acostumbrados) o porque el ritmo es muy ágil. Quizás es porque las muertes, aunque poco elaboradas, son lo suficientemente rápidas como para no resultar cansinas. Aunque el asesino (un actor gigantesco que pone cara de palo todo el tiempo) no pasará a la historia del
cine como un clásico, si que da una imagen de inevitabilidad muy de agradecer en estas películas.

Valoración:


miércoles, 26 de septiembre de 2007

Beltrán (II)

-Debe haber como quinientos potenciales magos en Aranjuez, y sólo conozco a tres magos con formación, yo entre ellos- dijo Anabel. Ella y Beltrán están sentados en una de las terrazas situadas cerca de los Jardines del Príncipe, con unas bebidas intactas en la mesa. Aunque empiezaa notarse el frío del otoño, el sol brilla con fuerza suficiente para que estar sentado en una terraza fuera agradable. Beltrán y Anabel hablan en voz baja, apoyados en la mesa.

Beltrán no ha descansado bien. Había tenido fuertes pesadillas, sueños de oscuridad, sombras y miedo. Todavía ahora, al sol de la mañana, sentía la fría sensación de las tinieblas que le acechaban mientras dormía. Mientras escucha a Isabella -le cuesta pensar en ella como Anabel- hablar de los crímenes cometidos en Madrid y de las misteriosas desapariciones en Aranjuez, observa a la gente que pasea por los Jardines.

De repente, Isabella se calla. Él también lo nota, un frío malsano que parece emerger de las sombras, un silbido sutil. La luz del Sol parece palidecer, perder fuerza, mientras que las sombras de los puestos se hacen más intensas. A su alrededor, las personas que les rodean continúan con sus actividades cotidianas, sin notar absolutamente nada.

Necesitan encontrar rápidamente un lugar donde defenderse. Sin necesidad de palabras entre ellos, ambos se levantan, y Beltrán deja un par de billetes sobre la mesa. Las bebidas permanecen sin tocar. La zona turística no es segura, pero Isabella señala al otro lado del puente. Allí, entre los matorrales, fuera de la vista. Un buen lugar.

No tienen tiempo para preocuparse por lo que la gente pueda ver. Nada más llegar al puente, saltan a la orilla del río Tajo. Se internan entre la maleza de la orilla, mientras las sombras se espesaban a su alrededor. Beltrán se quita la chaqueta, la arroja al suelo. Se prepara para la
batalla. Isabella está justoa su espalda, algo a la izquierda. Como en los viejos tiempos. Frente a él, el Trémulo toma forma, arrebatando la luz, la calidez del día.

El último pensamiento de Beltrán antes de lanzarse al combate es que hay que ser un mago muy poderoso para controlar a un Trémulo sin necesidad de rituales.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Segunda Parte: Beltrán (I)

El tren llegó a la estación de Aranjuez despacio, casi con desgana. A la una de la madrugada, el andén estaba prácticamente vacío. Desde la ventanilla de su asiento, Beltrán sólo podía ver una figura envuelta en sombras, al inicio del andén. Se levantó de su asiento y descendió del vagón con una pequeña bolsa de mano como único equipaje.

Esperó en el andén al que el resto de los pasajeros desaparecieran en el interior de la estación. Luego, lentamente, se acercó a la persona que esperaba al otro extremo del andén. Era una mujer que aparentaba unos treinta años, de pelo negro y piel morena, vestida con un abrigo largo de color oscuro. Sin necesidad de hablar, se abrazaron como viejos amigos. Se miraron a los ojos, reconociéndose después de mucho tiempo sin verse.

-Como ves, he venido- dijo Beltrán. -¿Cómo te ha tratado la vida, Isabella?

-Isabella... Hacía mucho que nadie me llamaba así. Siguiendo tu consejo, no utilizo ese nombre -respondió ella.- Me hago llamar Anabel. Y la vida ha sido muy tranquila, mucho más que cuando era tu ayudante. Por lo menos hasta ahora.

Salieron de la estación despacio, hablando en susurros, sin turbar la silenciosa paz que se adueñaba de la ciudad a esas horas. Caminaron hasta un pequeño hotel situado cerca del centro, pero lo suficientemente alejado para resultar económico, donde Beltrán se instalaría.

Tras despedirse de Isabella -Anabel, se recordó a sí mismo- y volver a su habitación, Beltrán procedió con cautela. No quería llamar la atención sobre su presencia y confiaba en haber pasado desapercibido hasta ahora, por lo que no utilizó ningún conjuro protector. No por ello iba a descuidar la protección.

Abriendo la bolsa que llevaba, sacó de ella tiza y dibujó un círculo justo al lado de la puerta. Dentro del círculo esparció algo de sal y realizó varios complejos diagramas mientras musitaba unas frases en un extraño idioma.

Luego, convocó a un Barghest y lo encerró en el círculo. Si algún mago intentaba entrar en la habitación, el círculo se rompería y el Barghest quedaría libre para atacar al intruso mágico. Y él se despertaría.

miércoles, 11 de julio de 2007

Amanda (V)

A las cuatro de la madrugada, las calles de Madrid parecen desiertas. Algunos coches pasan veloces por las avenidas desiertas, y puede que alguien esté paseando al perro, o regresando a casa, o incluso yendo a trabajar. Amanda caminaba, aparentemente sin rumbo, guiada por una intuición, una necesidad de respuestas.

Sus pasos la llevaron hacia la estación de Metro de Iglesia. Bajó las escaleras hasta la reja que impedía la entrada. Sentía una imperiosa necesidad de acceder al interior, así que invocó un conjuro de Apertura sobre el candado. Aunque era un conjuro sencillo, la agotó más de lo que
esperaba, y tuvo que apoyarse en la pared para recobrar el aliento antes de entrar a la estación.

Todo estaba oscuro, así que encendió la pequeña linterna que, en un impulso, había metido al bolso unos días atrás. Descendió las escaleras, saltó el torno y penetró en la vacía estación, hasta llegar al andén. Bajó a las vías, y comenzó a caminar en dirección a la estación de Bilbao por el túnel.

Al cabo de unos minutos, su linterna iluminó una estación desconocida. En un cartel, prácticamente ilegible por los graffitis se podía leer "Chamberí". Subió al andén desde la vía, y recorrió con la luz de la linterna las paredes pintadas y sucias de la estación fantasma. Oyó unos
pasos delante de ella, y se sobresaltó.

-¿Quién está ahí?-preguntó, mientras retrocedía unos pasos y sacaba el revólver de su funda.

-Sabía que lograrías encontrarme. Sabía que tu instinto no te fallaría.

Gabriel. Más despeinado. Sucio, con la ropa arrugada. Manchado. Mientras surgía de las sombras para acercarse a ella, Amanda no pudo dejar de notar la tensión que transmitía, el miedo, el contraste con el Gabrriel apuesto, despreocupado que ella estaba acostumbrada a ver.

-Tienes que sacarme de aquí, llevarme a un lugar seguro- dijo Gabriel.

-Pero... ¿qué te ha pasado?- preguntó Amanda. -He intentado localizarte mediante la magia, pero me ha sido imposible, y ahora casi no puedo hacer ni los conjuros más sencillos.

-Así que eras tu... Intentaba ocultarme de la localización mágica, esperando que tu intuición te guiara hacia mí. Pero tenemos que irnos, tenemos que irnos ya, antes de que nos encuentren...

-¿Qué nos encuentren? ¿Quién? ¿Qué está pasando?

-Estamos en guerra. Déjame que te cuente...